Una de cada seis personas sufre soledad en el mundo, según la OMS

https://static.dw.com/image/72683046_1006.webp

Un reciente reporte de alcance internacional ha proporcionado datos reveladores sobre uno de los problemas más ignorados actualmente: la soledad. De acuerdo con los resultados observados, uno de cada seis individuos en el mundo —lo que corresponde a más de 1.200 millones de personas— vivió algún tipo de soledad entre 2014 y 2023. Este estudio, dirigido por un grupo internacional en el campo de la salud, advierte sobre la influencia directa de esta situación en el bienestar físico, mental y emocional a nivel global.

La soledad: un peligro universal

El estudio subraya que la soledad no discrimina por edad, género ni región, pero sí presenta patrones preocupantes. Los adolescentes, especialmente mujeres de entre 13 y 17 años, encabezan las cifras con una tasa de incidencia cercana al 21 %. Les siguen los adultos jóvenes, de entre 18 y 29 años, con una prevalencia del 17 %. En contraste, los mayores de 60 años presentan una menor tasa de afectación, en torno al 12 %, aunque los efectos prolongados de su aislamiento suelen ser más graves en términos de dependencia y deterioro cognitivo.

Desde un punto de vista geográfico, los países con ingresos menores y medianos muestran las cifras más elevadas, con un promedio de hasta el 24 % de su población impactada, mientras que en las naciones con economías desarrolladas las tasas fluctúan entre el 10 % y el 11 %.

Efectos en la salud pública

La soledad ha dejado de ser solo una experiencia emocional o social para convertirse en un asunto de salud pública con consecuencias potencialmente letales. Según el informe, más de 870.000 muertes al año pueden estar relacionadas con afecciones agravadas por el aislamiento social. Esta cifra equivale a aproximadamente 100 muertes por hora.

Entre los principales riesgos asociados se encuentran las enfermedades cardiovasculares, la diabetes tipo 2, el deterioro cognitivo, la demencia, la depresión y los trastornos de ansiedad. La soledad prolongada también incrementa la incidencia de hábitos nocivos, como el sedentarismo, el tabaquismo, el consumo de alcohol y una mala alimentación, además de comprometer el sistema inmunológico y acelerar procesos degenerativos.

Un asunto con repercusión financiera

La soledad no solo impacta en el bienestar personal; también supone un gasto elevado para las economías de los países. En ciertas naciones, los costos relacionados con la atención médica, los tratamientos para enfermedades mentales y la disminución de la productividad laboral debido a la soledad implican miles de millones en gastos adicionales para el sector público anualmente.

Se calcula que en ciertos sistemas de salud, por ejemplo, en Europa o América del Norte, el distanciamiento social tiene como consecuencia un gasto adicional que llega a miles de millones de euros o dólares anuales. Esto abarca un incremento en la utilización de servicios de emergencia, visitas médicas recurrentes, hospitalizaciones y un aumento en el consumo de medicamentos psicotrópicos.

Un plan integral para volver a conectar

Ante esta situación, el informe propone un plan de acción de una década para enfrentar la soledad a nivel mundial. Esta estrategia se basa en cinco pilares principales:

  1. Diseño e implementación de políticas públicas específicas, reconociendo la conexión social como un determinante clave de la salud.
  2. Promoción de infraestructuras comunitarias —como bibliotecas, centros culturales y espacios públicos— que favorezcan el encuentro y la interacción.
  3. Desarrollo de programas de intervención psicosocial, especialmente dirigidos a jóvenes, adultos mayores y personas en situación de vulnerabilidad.
  4. Impulso a la investigación y medición sistemática del fenómeno, con indicadores claros que permitan diseñar respuestas efectivas.
  5. Campañas de sensibilización social para combatir el estigma, promover la empatía y fomentar una cultura del cuidado y la cercanía.

Por otro lado, la tecnología funciona como una espada de doble filo. Aunque permite conectar a individuos que están lejos y facilita la creación de redes de apoyo, también puede causar aislamiento, especialmente en jóvenes que son propensos al uso excesivo de plataformas sociales o al cambio de relaciones auténticas por interacciones en línea.

Un llamado a la acción

Expertos en salud mental coinciden en que el gran desafío no está únicamente en reducir las cifras de soledad, sino en construir sociedades más inclusivas, conectadas y afectivamente activas. La calidad de las relaciones humanas, aseguran, es tan relevante como su cantidad.

La soledad no es una condición inevitable ni un problema individual. Es un síntoma de la desconexión estructural que atraviesa el mundo contemporáneo, marcado por el ritmo acelerado, la fragmentación social y la pérdida de espacios compartidos. Por ello, abordar este fenómeno requiere voluntad política, compromiso comunitario y una nueva ética del cuidado mutuo.

En un momento en que la humanidad parece más conectada que nunca por la tecnología, el informe advierte que la soledad se ha convertido en una de las pandemias silenciosas más urgentes del siglo XXI. La solución pasa por volver a tejer los lazos sociales que sostienen la vida en común.