Desafíos éticos de la minería en la transición energética global

https://www.latercera.com/resizer/v2/YLDDZ2EG7VHXBFMETLPKJMBLWU.jpg?auth=386411f975345d16ca3a07f1b1668a8acf1ceee8c27ece2b538b20c407effe0d&height=900&width=1200&smart=true

En la transición hacia una economía de bajo carbono, las materias primas juegan un papel crucial, convirtiéndose en los pilares de una nueva era energética. Elementos como el litio, cobre, cobalto, níquel, tierras raras y grafito están al centro de la revolución tecnológica que promete cambiar la forma en que producimos y consumimos energía. Sin embargo, la extracción de estos minerales plantea desafíos de acceso, justicia social y sostenibilidad, generando debates sobre el futuro de la minería y sus impactos.

La demanda de materiales esenciales

La transición energética, impulsada por la adopción de tecnologías limpias como los paneles solares, turbinas eólicas y vehículos eléctricos, depende en gran medida de la disponibilidad de seis minerales clave: litio, cobre, cobalto, níquel, tierras raras y grafito. Estos recursos son esenciales para fabricar baterías, sistemas de almacenamiento energético, generadores y vehículos eléctricos. Su demanda está proyectada para aumentar drásticamente en las próximas décadas, según diversas estimaciones de agencias internacionales.

El litio, denominado como «el oro blanco» del siglo XXI, es uno de los minerales más esenciales. Su presencia es abundante en el triángulo del litio en Sudamérica, que incluye partes de Chile, Bolivia y Argentina. Esta área es fundamental para el suministro mundial, especialmente el salar de Atacama, al norte de Chile, que es uno de los mayores depósitos a nivel global. La demanda de litio se ha incrementado de manera notable, creciendo un 30 % en solo un año, con la expectativa de multiplicarse por diez para el año 2050. Este mineral es esencial para las baterías de almacenamiento eléctrico, que se emplean en dispositivos como vehículos eléctricos y sistemas de energía renovable.

Al mismo tiempo, el cobre, crucial para las redes eléctricas, está experimentando un incremento en su solicitud. Su función en la transición hacia energías limpias no se puede negar, ya que es vital para el desarrollo de redes eléctricas y la fabricación de turbinas de viento. Un análisis reciente indica que un parque eólico en el mar necesita siete veces más cobre que una planta de carbón para generar la misma cantidad de electricidad. La Agencia Internacional de la Energía (AIE) anticipa que la necesidad mundial de cobre aumentará de 25 millones de toneladas a 36 millones para el año 2050.

Por otro lado, el cobalto, utilizado en las baterías de iones de litio, ha visto un aumento significativo en su consumo. La República Democrática del Congo es el mayor productor de este mineral, lo que ha generado controversias debido a las condiciones laborales y las preocupaciones sobre la explotación infantil en la minería.

Conflictos internacionales y manejo de recursos

El níquel, que se utiliza principalmente en la fabricación de acero inoxidable, está ganando relevancia debido a su papel crucial en las baterías de vehículos eléctricos y las turbinas eólicas. En particular, Indonesia es uno de los principales productores de níquel, lo que ha generado tensiones geopolíticas, ya que otros países buscan reducir su dependencia de los recursos naturales de la región a través de reciclaje y nuevas tecnologías.

Otro grupo importante de minerales son las tierras raras, que comprenden 17 elementos químicos cruciales para producir imanes en turbinas eólicas y motores eléctricos. Aunque no son raros, extraerlos y procesarlos implica procedimientos complejos y altos costos. China controla más del 70 % del mercado de estos elementos, provocando inquietud en naciones como Estados Unidos y los miembros de la Unión Europea, que temen su dependencia ante posibles alteraciones en el comercio de este recurso.

El grafito, utilizado en los electrodos de las baterías, es otro mineral que experimentará un aumento en su demanda. La producción de grafito podría triplicarse hacia 2050, con China como principal productor. Este mineral es clave para la transición hacia una movilidad eléctrica masiva, lo que coloca a China en una posición estratégica en la cadena de suministro global.

El reto de una conversión ecológica

Aunque estos minerales ofrecen importantes oportunidades para avanzar en la transición hacia fuentes de energía más limpias, también se enfrentan a desafíos ambientales y sociales ligados a su extracción. La minería, especialmente en áreas como el desierto de Atacama o en la República Democrática del Congo, puede ocasionar un grave daño a los ecosistemas cercanos, debido al uso intensivo de agua y a la modificación drástica de los paisajes naturales. Asimismo, las situaciones laborales en numerosas minas, donde el trabajo infantil y la explotación son frecuentes, son preocupantes y necesitan con urgencia regulaciones más severas.

El experto Miguel Ángel Rodiel señala que la transición energética no solo es un reto tecnológico, sino también político y ambiental. La forma en que se extraen y se gestionan estos recursos determinará el éxito de la transición hacia energías limpias. Es necesario implementar estrategias sostenibles que minimicen la huella ambiental de la minería y promuevan un modelo más justo y ético en la distribución de los beneficios.

La lucha por la equidad en el acceso a los recursos

La disponibilidad de estos minerales no está distribuida de manera equitativa, lo que genera tensiones geopolíticas y sociales. Países con grandes reservas de estos recursos, como Chile, Bolivia, República Democrática del Congo o Indonesia, se encuentran en el centro de la lucha por el control de estos materiales esenciales. A medida que crece la demanda, las relaciones entre naciones y las grandes corporaciones mineras se volverán aún más complejas, con implicaciones para la justicia climática y la equidad económica global.

El tener acceso a estos minerales esenciales definirá no solo el progreso de las energías limpias, sino también influirá en el futuro geopolítico del mundo. Bajo esta perspectiva, la habilidad para administrar estos recursos de forma justa y sostenible será fundamental para asegurar que la transición energética sea beneficiosa para todos, sin excluir a nadie.

La revolución energética que se avecina está intrínsecamente ligada a la forma en que gestionemos estos recursos estratégicos. Solo a través de una combinación de innovación tecnológica, políticas públicas responsables y prácticas sostenibles en la minería será posible alcanzar una transición energética que sea tanto justa como efectiva para todos.